Heiche traer unha manda de breixo, ou un brazado de trigo (con papoulas). Os crisantemos non combinan ben co vestido branco que levabas de nena na procesión do Corpus. Nin co estampado que estreaches na festa, cando veu a Banda de Merza e bailaches no atrio, sobre o granito das lousas.
Ti non precisas crisantemos. A ti vanche medrando, polas rendixiñas da lousa, prímulas silvestres e nomeolvides.
É que calquera flor é preferible aos crisantemos, ata non cheiran ben.
Moi fermoso.
Bicos
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Totalmente de acordo contigo, non me gustan os crisantemos…
Fermosa entrada :)))
Biquiños!!!
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Los crisantemos florecen en otoño y debe ser por eso que es tan utilizado en los ramos de difuntos. Los crisantemos tienen muchas y magníficas propiedades medicinales, los chinos lo saben muy bien pues lo utilizan des de tiempos inmemorables.
Cuando se trata de alguien muy especial siempre nos decantamos por las flores que creemos más acertadas para su memoria.
Abrazo e saúdo afectuoso!
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Lémbráchesme esta, que sempre me gustou, aínda que tamén me pon un pouco triste:
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el “nomeolvides” es casi una perogrullada, porque con ofrendas así está claro que el recuerdo siempre está presente, lleno de color, como las flores.
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Os crisantemos nos cemiterios fan aumentar a tristeza, son como sal sobre a ferida.
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E a min médrame dircirche que as palabras tan ben escollidas van esvarando por riba de un, emocionando ó seu paso, dende o principio ó final.
un bico.
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A vida deixa paso a máis vida…
(Canta simboloxía hai detrás desa imaxe…)
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é que non coñezo a ninguén que diga as cousas como ti as dís, xúrocho… teño arrepíos…
és unha maga das palabras.
fáiseme un oco na tripa con este poema.
biquiños,
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¡Qué bonita la vida, abriéndose paso!
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Te dejo este poema: “Mis hijos me traen flores de plástico”, perdona que sea tan largo, de José Hierro .
Un beso
Os enseñé muy pocas cosas.
(Se hacen proyectos…, se imagina…, se sueña…
La realidad es diferente.) Pocas cosas
os enseñé: a adorar el mar;
a sentir la alegría de ver vivir a un animal minúsculo;
a interpretar las palabras del viento;
a conocer los árboles no por sus frutos:
por sus hojas y por su rumor;
a respetar a los que dejan su soledad en unos versos, unos colores, unas notas
o tantas otras formas de locura admirable;
a los que se equivocan con el alma.
Os enseñé también a odiar
a la crueldad, a la avaricia,
a lo que es falso y feo, a la flores de plástico.
Febrero llueve sobre el cementerio.
Es una tarde de domingo. Gris
es todo. Hemos venido a enterrar a una criatura
tierna y absurda. Un ser que tal vez soñaría
con la inmortalidad. Trazaba rayas
sobre una plancha de metal, la mordía con ácidos…
Así evocaba a sus demonios, daba fe de su vida,
escribía sus sueños… (Humildemente
dejó pasar sus días. Sin fuego transcurrieron.)
Un pobre ser que ya descansa.
No dejó un hueco irremplazable
en el mundo. Quebró su muerte la perfección universal.
Muy pocos lo advirtieron. Recordarán algunos
de tarde en tarde, y sin dolor, que ya no existe.
Los menos que la lloran la olvidarán también.
Al fin quedó enterrada su carne. Ha vuelto a deshacerse.
Correrá con el agua subterránea que la acompaña,
se deshará con gozo inútil en las cosas
sin dar siquiera un poco de carmín de aroma o balanceo a alguna flor de estío,
una flor verdadera, no de plástico, fea,
como aquellas que odiábamos, hijos míos.
Aquí me dejan bajo tierra. Es una tarde de febrero.
Todo es negro cuando se van. Y mudo. Se ha extinguido
esa música gris que antes sonaba.
También el tiempo se ha borrado, y su sufrimiento,
de mi cuerpo. Ya el sufrimiento y el tiempo
van deshaciendo poco a poco lo que fue,
y tuvo fe y desánimo, fantasía y amor.
¡Qué pequeño es ahora, a esta distancia
absoluta, el afán diario! ¡Qué pequeño lo grande.
lo grande aquello! ¡Qué pequeñas las iras
ante los hombres y sus actos!
¡Qué pequeños los hombres, y que necio
aquel errar buscando la verdad!
Como si hubiese una verdad tan sólo.
Como si una verdad fuera bastante
para darnos la vida.
Tarde se aprende lo sencillo.
Lo sabréis cuando un río de espanto se desboque
y arrastre vuestra luz, y la sepulte sin remedio.
Pensé algún día que quien vive sólo un instante, nunca
puede morir. Quizá quise decir que sólo aquel que
muere un instante sabe lo nada que es vivir.
Mas nadie ha muerto nunca sino definitivamente.
Y entonces las palabras no tienen labios que las formen.
Tarde se aprende lo sencillo.
Tarde se encuentra la hermosura. No aquella de los ojos
mortales, la del mundo. No puedo hacer que lo entendáis.
Necesario sería que ahora estuvieseis aquí abajo
y que vieseis a vuestros hijos llegar entre las tumbas,
bajo la lluvia, y dejar su perfume y su presencia
en las tibias, alegres, inmortales
-más hermosas en vuestras manos que las del bosque-
flores de plástico.
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ni que me obliguen. ni que me queden unas pocas palabras sin su estricto significado. ni que mi racionalismo por exceso me pida entenderlo todo.
jamás le quietaría su idioma a estas letras tan lindas.
esa incógnita que a veces queda.
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Los pensamientos bonitos son también flores que pueden perfumar los cementerios.
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· Totalmente de acuerdo con Merce, que está totalmente de acuerdo contigo…
O sea, esas florees no nos gustan pero, afortunadamente, hay millares que nos encantan, Por ejemplo, las diminutas de alta montaña.
· bicos e rosquillas
···CR··· & ···LMA···
·
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Son ben fermosas esas flores para honrar un defunto.
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Grazas Pitima, por aportar o video,
Grazas Rubén, por ofrecernos el poema (ser largo no es un defecto)
E grazas a todos por deixar palabras fermosas, agarimos.
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